jueves, enero 10

La tragedia en nuestra educación

Gracias a la buena voluntad de Ale López, quien amablemente me ha prestado "La Tragedia Educativa" texto de Guillermo Jaim Etcheverry (Argentina FCE, 2000), es que mi deseo de escribir un post dedicado a lo que me ocupa la mayor parte de mi tiempo, la actividad educativa, puede concretarse.

Desde las terroríficas noticias de nuestros resultados en las pruebas de la OCDE he seguido con atención, incluso he impreso y revisado a detalle, los artículos qué, como cascada selvática se originaron en quienes detentan el título de "especialistas", "columnistas" y demás. Escándalo momentáneo que se pierde en otros tantos instantes agrestes de la prensa nacional y que no, oh sorpresa, nos condujo a nada.

La tragedia educativa puede entenderse llanamente como un desacierto en la óptica, por la cual sometidos a los signos de éstos nuestros tiempos pseudomodernos y tecnocráticos, se privilegia el proceso educativo en vez del resultado. Y como detalla el propio autor se intenta convertir a la escuela en:
  • un taller de entrenamiento de la fuerza laboral enseñando lo "útil", a menudo para evitar que los jóvenes se formulen preguntas más profundas sobre la forma en que vivimos;
  • un escenario más del mundo centrado en el espectáculo;
  • un laboratorio de las modernas tecnologías de la información;
  • una institución "abierta a la vida" y "democrática" dirigida por las apetencias de los más.

La propuesta no tiene detrimento: rescatar la tradición de la enseñanza educativa que puede darse en el contexto de una comunidad donde lo humano no sólo se vive sino que se hereda en torno a la cultura. Con ello recuerdo las constantes aportaciones de Gabriel Zaid en letras libres mostrándonos como las instituciones educativas han abandonado la cultura que tanto urge y que tanto necesitamos. (Ver como un ejemplo de éstas ideas. Aquí.)

El planteamiento general vertido en el texto de Jaim Etcheverry posee vinculaciones importantes con lo expuesto por Alejandro Llano entorno a la necesidad de la nueva sensibilidad en la sociedad de la información; pero también está en consonancia con el "nuevo arte de pensar" del inolvidable Jean Guitton, texto sencillo pero profundo que se recomienda a todo interesado.

Definitivamente no todo lo tradicional es de suyo bueno, como tampoco es lo innovador en sí mismo. Habría qué, respetando la profundidad de la síntesis, revisar lo bueno de la tradición educativa e incorporarlo con las bondades de las innovaciones humanas al servicio no de la tarea educativa sino del ámbito cultural que tanto nos urge.

Si la política educativa no estuviera al servicio de intereses de tanta índole la cruzada cultural sería un tanto más fácil de emprender; nuestra tragedia tendría otros matices y otros rumbos las palabras que sobre ello se vierten...sin embargo, ésto es lo que nos ha tocado vivir, y como dice Gandalf sobre ello tendremos que actuar pues sólo elegimos lo que hacemos con el tiempo que se nos ha dado.

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