jueves, julio 11

La Ciencia por Gusto: El milagro Tico

La Ciencia por Gusto: El milagro Tico

En esta pequeña anotación me gustaría responder algunas de las ideas que Martín Bonfil expresa en su blog La Ciencia por Gusto respecto el comunicado de la reciente aprobación para la Canonización de S.S. Beato Juan Pablo II. 

Del post que ahora se presenta en el enlace también se presenta una versión más corta en la sección electrónica de Firmas del periódico Milenio aparecida el día de ayer miércoles 10 de julio.




En primer lugar, me gustaría precisar que no soy un científico, según la noción de ciencia desde la perspectiva experimental que se tenga. Me gusta leer artículos de opinión y de divulgación científica, pero no me siento con la suficiente preparación como para debatir o profundizar en terrenos desconocidos para mi limitado pensamiento. Frecuentando la sección de firmas de Milenio es que me he encontrado con esta nota, y con su versión ampliada en el blog, y encuentro en el texto una versión distorsionada de los sucesos que engloba. 

Aunque el texto versa sobre el Milagro, y las dudas del autor desde una perspectiva cientificista, me parece que la cuestión de fondo tiene que ver con la relación entre la Ciencia y la Fe.  

Si bien el autor menciona que toda religión es respetable, al cierre de la colaboración, me parece que no concede el mínimo respeto, el más elemental tal vez, que puede concederse en estos casos: revisar verdaderamente lo que la Iglesia expresa sobre su propio proceder.  Como conclusión puedo entender que el autor habla de oídas sobre cómo la Iglesia valora y procede en estos casos; no sólo para la ciencia se requiere rigor, sino también para cualquier otra opinión, pensamiento o idea que se exprese al respecto. 

Vamos por partes señalando el texto y comentándolo. Debido a que la colaboración en Milenio es un extracto del blog, concentrémonos en este último. 


El 1º de mayo de 2011, el fantasma de un hombre muerto seis años antes bajó a la Tierra (o quizá actuó a control remoto) y curó “inexplicablemente” el aneurisma cerebral de la costarricenseFloribeth Mora, que según los diagnósticos médicos la condenaba como máximo a un mes de vida. Justo ese día el hombre que fue en vida ese espíritu, Karol Wojtyla, conocido como el Papa Juan Pablo II, había sido beatificado, primer paso para acceder a la santidad. 
O al menos eso es lo que afirma la Congregación para las Causas de los Santos, órgano de la iglesia católica que regula los procesos de canonización, al sostener que la “misteriosa” curación de Floribeth constituye el segundo milagro de Wojtyla (el primero fue la igualmente “inexplicable” remisión del mal de Parkinson que sufría la monja francesa Marie Simon-Pierre, en 2005, luego de encomendarse al Papa, muerto seis meses antes... uno se pregunta cómo no se curó el Papa su propio Parkinson).
Bien es cierto que cada quien es libre de incorporar a su texto lo que desee, pero no podemos dejar de notar que un tratamiento respetuoso de una cuestión importante, por lo menos para muchas personas, le brindaría mayor peso a las ideas que se desean exponer. El dejo de ironía y humor negro utilizado (fantasma y control remoto, por ejemplo) nos permite conocer cómo irá desarrollándose el resto de la colaboración. Es claro que quien escribe no trata en serio a los creyentes que pueden intentar comprender su fe en un ejercicio de razón; la creencia para él, queda demostrado en el vídeo que incorpora, obedece a supersticiones conductistas. A esta visión podríamos responder con Chesterton: “Cuando entro en una Iglesia me quito el sombrero, no la cabeza”. La Iglesia, por lo menos la católica, no pide a los hombres y mujeres que la conformamos que dejemos de pensar pero tampoco nos abandona a los límites de la razón humana (que existen, aunque a la "ciencia" experimental no le agrade). 

Es claro que el autor desconoce la visión que la Iglesia tiene de los Santos; la caricatura que presenta, con ironía y humor negro,   NO CORRESPONDE A LA DOCTRINA CATÓLICA. Un varón o mujer que han alcanzado los altares no son ni semidioses ni seres mágicos que tienen poderes por sí mismos y los usan a capricho. La pregunta de por qué el Papa no se curó a sí mismo es reflejo de esta deficiente reducción del Santo a un "milagrero". De alguna manera resuena aquella parte del Evangelio de Mateo "los que pasaban lo injuriaban moviendo la cabeza y diciendo... si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz" (Mt 27, 39-40). Concederse a sí mismo un "milagro" se revelaría en estos días como un acto de "justicia humana", nada más alejado del pensamiento católico. ¿Cómo curó a otros y no se curó a sí mismo? Muy fácil: ¡Santo no es el que cura, el Santo Intercede ante Dios, pero quien cura, quien hace y obra el Milagro es Dios mismo! ¿Puede Dios actuar así? Pareciera que la reducción del suceso relatado de la curación es un "accidente biológico" que sucede en algunos organismos; eso aún no responde la pregunta de fondo ¿por qué algunos organismos sí y otros no?

Por otro lado, es cuestionable que el enlace de la Congregación que se nos presenta en el texto no lleve al autor a la Congregación misma sino a la página de dicha institución en Wikipedia. Tenía yo la impresión de que las fuentes son un tema de preocupación; veo que no. Inclusive en el propio enlace de Wikipedia al final aparece el verdadero enlace que sería interesante proporcionar al lector, ¿por qué no se refiere al lector a la organización misma? no cuesta mucho y puede hacerse muy fácil, por ejemplo aquí.  No hay intención, deduzco, de que el lector pueda encontrar la "fuente" (esto, desde luego es una apreciación mía). 
¿Serán realmente estos dos casos prueba suficiente de los poderes milagrosos del difunto pontífice? Un milagro es por definición, según la Real Academia, un “hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”. Si de suspender las leyes naturales se trata, al comparar los milagros de la Biblia (crear el universo, causar un diluvio, partir el mar, detener el sol, revivir a los muertos, convertir el agua en vino, levitar) con los muy modestos milagros actuales, que son siempre curaciones “inexplicables”, parecería que el poder de la intervención divina se ha venido debilitando significativamente con el paso del tiempo.
¿Por qué el autor no presenta lo que la Iglesia comprende como un milagro? No tengo problema en poder partir de la concepción de la palabra misma. Pero sí lo que se juzga es el tema del milagro dentro de la perspectiva católica sería interesante proporcionar al lector, también aunque parezca risible, la propia fuente. No es tampoco difícil de encontrar en la red hoy en día algunos acercamientos lo que verdaderamente se considera milagro; dejo por aquí un pequeño documento de las Catequesis del propio S.S Juan Pablo II cuyo título puede darnos una idea que la noción de milagro va más allá de la curación física, el milagro de fondo es, siempre, la conversión y el encuentro con la Gracia de Dios. Revisa aquí "El Milagro, llamada a la fe" 16 de Diciembre de 1987. 

La intervención de Dios en la naturaleza ha tenido diversas manifestaciones y de eso existen diversos y variables relatos; el hombre de estos tiempos, retratado casi completamente en el autor del texto que se comenta ahora, clama y pide milagros "grandilocuentes" para creer. Se asume el hombre de hoy como esa parte del Libro de Job cuando se quiere conminar a Dios a que haga o diga lo que al hombre le conviene. En resumen, la invitación es que los patos disparen a las escopetas, aunque se presente en un lenguaje diverso. Es, a fin de cuentas, una reelaboración de lo que también aparece en Mateo donde se indica "A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse". 
O quizá sea el avance de la ciencia el que poco a poco ha ido arrinconado a la fe. Y es de esperar que la tendencia continúe. Como bien explica el cosmólogo y divulgador científico Lawrence Krauss en un artículo en el diario Los Angeles Times, los sistemas biológicos son muy complejos, y en toda enfermedad hay cierto porcentaje de casos que se curan espontáneamente. Si esto ocurre justo después de encomendarse al papa (o de frotarse con un cuarzo), resultará muy difícil convencer al paciente de que no está frente a una cura milagrosa.
¿La religión y creencia como placebo entonces? Dios desde esta perspectiva "científica" no tendría poder alguno sobre la materia, o bien Dios interviene con milagros indudables o bien que no haga nada. Eso de ir andando haciendo "pequeños detalles" no es propio de quien se ostenta como Dios, pareciera decirnos esta postura. Recuerdo un breve extracto del último libro sobre Jesús del Papa Benedicto XVI, comentando los dos grandes "escándalos" de la fe: 
"...[Karl Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro, en el que Jesús no permaneció ni sufrió la corrupción. Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba. No es éste su lugar. Pero se trata precisamente de eso, a saber, de que Dios es Dios, y no se mueve sólo en el mundo de las ideas. En este sentido, se trata en ambos campos del mismo ser-Dios de Dios. Está en juego la pregunta: ¿le pertenece también la materia?". S.S. Benedicto XVI., La infancia de Jesús., p. 62 y 63. 
En 1947, el psicólogo B. F. Skinner, padre del conductismo, llevó a cabo un experimento con palomas: si se les proporcionaba un premio de manera aleatoria, las aves tendían a asociarlo arbitrariamente con algún movimiento que hubieran estado realizando, como girar a la izquierda, y tendían a repetir dicho movimiento buscando de nuevo el premio. Dicho “comportamiento supersticioso” es sólo un mal funcionamiento del condicionamiento que normalmente nos permite a los animales adaptarnos a los estímulos de nuestro medio.
No dudo que como seres vivos compartimos con los animales cierto tipo de actividades específicas, algunos suelen considerarse en los seres humanos el tema del instinto como una igualdad específica. Generalmente tenemos también entrecruzadas visiones reduccionistas del ser humano a un mero ser biológico. Cosa curiosa, para una cosa la biología justifica pero para otras no. Sin que el autor del texto lo sepa, me queda claro, algunos de los primeros trabajos filosóficos de Karol Wojtyla nos llevan a la conclusión de la presencia en los seres humanos de tendencias, que no lo mismo que instintos animales puros.  Los seres humanos, a diferencia de los animales, podemos responder de modo diverso a las tendencias y humanizarlas como los animales no son ni serán capaces nunca. Refiero al lector a la primera obra mayor del filósofo polaco en vías de canonización "Amor y Responsabilidad" en especial el apartado segundo "Interpretación de la tendencia sexual" (texto que también puede ayudarnos a comprender, desde una postura personalista, los argumentos contrarios a la difusión de la homosexualidad).

Reducir la fe, la creencia y la vida religiosa a  una falla en el condicionamiento no parece muy civilizado, y si me lo permite, lector valiente que me ha acompañado hasta este punto, me parece una manera de caer en el viejo esquema de la oposición entre ciencia y religión, cosa que aunque al autor del texto no le agrade, no tiene necesariamente que ser así. Antes, mucho antes, los esquemas totalitarios ya han hablado de "opio del pueblo" y en este pequeño texto nos encontramos otra forma de "recrear" el lenguaje pero ahora con la noción de borregos supersticiosos.

Para ampliar el horizonte se propone la lectura "Fides et Ratio", sí, adivinó usted lector, de Juan Pablo II, otro documento referente para este tema que aborda la complementariedad entre dos alas del pensamiento humano: la fe y la razón. No se deje convencer por aquellos que le indican que la ciencia y la fe no tienen punto de encuentro, ese es un mito muy difundido por aquellos que no conocen ni valoran la dimensión de la fe y la creencia religiosa y que de hecho, con lenguajes irónicos y a plumazos de humor negro, quieren posicionar dicha postura en nuestra concepción del mundo.
Toda religión es respetable, pero tratándose de una que tradicionalmente se ha confrontado con la ciencia y que todavía hoy se opone a los derechos humanos de diversos grupos (basta con ver las recientísimas declaraciones del arzobispo de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes: “el pecado no es ser gay, sino practicarlo”), quizá el Vaticano haría bien en recordar, hoy que se plantea canonizar a Wojtyla, que la verdadera fe no requiere de pruebas, y que “inexplicado” no es lo mismo que “inexplicable”.

Vaya cierre...pasa por alto el tema de que la Iglesia es la única institución conocida en la época actual que haya podido poner en claro su memoria: bastan dos ejemplos, desde el Concilio Vaticano II a iniciativa de Pablo VI y el documento  Memoria y Reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado por ejemplo, (sí, también a iniciativa de Juan Pablo II que puede verse aquí ) tan debatido en los últimos años. No me parece que estos dos ejemplos signifiquen "oposición tradicional a la ciencia". 

La Iglesia, habría que decirlo en perspectiva histórica, existió un poco antes del llamado método experimental que funda, de alguna manera, la ciencia moderna y es bien cierto que en ocasiones no respondió a la altura, podríamos acordar, en todas las circunstancias y momentos; pero eso no concede que la Iglesia, aunque la caricatura guste mucho sea "oscurantista" y "medieval". El reciente celebrado "Atrio de los Gentiles" en México es prueba suficiente de la apertura de la Iglesia a modos de pensamiento que no son coincidentes plenamente. Opciones de Diálogo existen, algunos las aprovechan, otros no. 

Habría que precisar que la primera Institución garante de los derechos humanos, guste o no decirlo, ha sido la propia Iglesia Católica. De ahí a que la Iglesia deba aceptar todo lo relativo a la moralidad cambiante y relativista de estos tiempos hay un trecho enorme; hasta ahora por ejemplo, creo que la ciencia no se ha puesto completamente de acuerdo con el tema de la homosexualidad y sus aplicaciones prácticas, por ejemplo la adopción, hay debate abierto aunque algunos deseen ponerlo como tema cerrado (aquí una muestra de que las cosas no se han terminado de definir).

Sobre la respuesta del  Arzobispo referido veo que se ha dedicado a establecer lo que la Iglesia establece. Seguramente, si su respuesta fuera diversa a la Iglesia, se percibiría como "progresista" y por ello no se le criticaría. En términos absolutos, aunque agrega su propia opinión, este pastor concuerda a la perfección con el Catecismo de la Iglesia: 


2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso. 

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.


Como cierre de estas reflexiones, quisiera dejar un vídeo sobre los temas de ciencia y fe. La brillante participación y debate del Cardenal Australiano George Pell y el evolucionista Richard Dawkins, vea el lector y juzgue (pueden activarse los subtítulos para seguir la conversación en español).










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