jueves, agosto 23

Cavilaciones pasajeras publicaciones venideras


La educación implica esperanza y la esperanza a su vez requiere una gran disposición del ánimo y del interés personal. En esta época nuestra, donde el tesoro del saber humano está más a nuestro alcance que en épocas precedentes, parece que hay poco interés a conocer y descubrir el significado de la realidad que nos envuelve. El mosco de la curiosidad no ha podido picarnos, parece que tanto estimulo le ha sentado mal a la digestión.

Muchos han dicho que el problema ya no radica en el hecho de conocer sino en la selección ordenada y útil de lo mucho que podemos comprender.

Requerimos trabajar en nuestra habilidad de traducir un estímulo y encontrar significados precisos,; debemos insistir en la apropiación, en hacer nuestro el conocimiento, disfrutar del hecho mismo de conocer algo sin saciarnos completamente. Siempre debemos guardar el apetito para aquello que nos espera detrás de cada página. Nuestro ánimo debe movernos, nuestra capacidad de aprendizaje debe ser sacudida, debe dejarse despertar.

No hablo de futilidades, como la ensoñación aquella del "despertar de la conciencia"; hablo del apetito intelectual, de la gana de conocer y transformarmos mediante la información y la formación en la mejor versión posible de nosotros mismos.

Para mí este proceso inició con la lectura, hace ya varios años del "Nuevo Arte de Pensar" de Jean Guitton; prestigiado filósofo francés que pone sobre la mesa la necesidad de sacar partido del asombro, de la fascinación por sabernos parte del mundo, de un mundo nuestro pero en el que, curiosamente, también resultamos ciertamente extraños.

Hoy, por las actividades que realizo, el orden que deseo es imprimir a mi esperanza es la continuidad de mi educación como cultivo de la reflexión y de la vida en mi espíritu de aquellos mensajes importantes y trascendentes, aquello que no puede dejarse pasar. Con este ánimo me he vuelto a acercar al recuerdo de este texto (pues cometí el error, garrafal, de prestarlo -era joven en aquellos dias y pensaba que se me devolveria- ¡oh, complicaciones!) en una nueva lectura de un trabajo complementario al primer texto de Guitton: "El trabajo intelectual".

Creo que es necesario también, aunque ya lo he mencionado en el blog, agradecer la lectura, en estos momentos críticos de mi desempeño en diversos temas, de Sertillanges. No cabe duda que los buenos escritores a veces encuentran excelentes editores que son capaces de reunirlos.

Me gustará platicarles, en las proximas entregas, de estos dos textos que hoy por hoy considero lecturas de fondo, de esas que apoyan tu formación en cuanto profesionista y que te ayudan brindándote orden en el caos de la producción escrita de aquellas ideas que te apasionan. 

P.D. Sigo anclado en Bratislava y he quemado otro cartucho de tinta de pluma, esperamos vengan más.



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