lunes, diciembre 3

La insoportable mortalidad del ser...humano

Para Fer, con todo el cariño de mi recuerdo


Escribo esta entrada del día de hoy aún sacudido por la partida de un amigo...el suceso de la muerte, visto a veces lejano pero de algún modo siempre cercano, es uno de los grandes misterios que nos configuran como seres humanos.

Creo firmemente que nuestro límite terrenal, en cuanto presencia física, puede ser modificado respecto la vida que hemos llevado a lo largo de los años prestados que se nos han dado. De alguna manera, a través de nuestros actos frente a quienes nos acompañan en el viaje, es posible alcanzar dos escenarios: una vida mal llevada recibirá como término el olvido; por el contrario, una vida bien llevada no será fácilmente despreciada y podrá incluso seguir su curso en la memoria y en la existencia de nuestras personas más cercanas. Pero incluso en algún momento del tiempo nuestra permanencia se encontrará con la finitud de la vida, la vida de quienes nos mantienen vivos.

El tema de la muerte obliga defintivamente a las preguntas sobre la exisistencia y sobre la trascendencia, o no, de la misma. Para comprender la muerte me parece que es necesario entender la vida, y en ese ejercicio se agota la existencia y nos consume el término de nuestro aliento. Es un círculo de vida y también de muerte, complemento perfecto de realidades misteriosas en las cuales se encierran nuestros pasos.

Más sin embargo, el anhelo de inmortalidad que ha rodeado siempre al homo sapiens conlleva la renuncia de lo verdaderamente humano: la finitud, el instante, el momento alargado y roído por los años, estamos de camino y no hay que olvidarlo ni un sólo segundo. Lo que hoy vivimos no habrá de regresar, transcurrimos en el paso de la primera a la última respiración. El consuelo ante esa insoportable mortalidad humana sólo puede alcanzarse en términos de una fe, cualquiera que ésta sea.

Y a tí, ¿qué te hará permanecer?

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