jueves, junio 28

Desempolvar

Me gusta la palabra aunque no la uso con frecuencia. Desempolvar. Si bien la primera connotación nos lleva a la limpieza la segunda nos acerca al recuerdo: "traer a la memoria algo ya olvidado o utilizar lo que se desechó mucho tiempo atrás". La exactitud en la definición es clave. 

Todos los días podemos hacerlo; seguramente todos los días recreamos algo que en cierto momento nos ha parecido importante, sin embargo no transformamos el recuerdo y éste se diluye sin más. Bien han dicho que concentrar nuestra atención no es tarea sencilla. Hay tanto que ver y sólo dos ojos; hay tanto que considerar y estamos muchas veces limitados. Pareciera que nuestra naturaleza es dispersa y que de aquél que niño que fuimos, el que de todo se maravillaba, ahora poco queda pues el asombro ya no es regla. Y a lo mejor aplica aquella frase de Stevenson, utilizada para presentar sus ensayos, pues es un hecho que muchos tenemos "memoria para el olvido". Recordamos, desempolvamos, y en no pocas ocasiones relegamos hasta que el polvo vuelve a cubrir la memoria. Pareciera un ciclo maligno. 

Es un hecho que nuestros deseos superan el límite natural de la vida. Nadie que haya pisado la tierra ha logrado hacer realidad toda aquella idea que ha cruzado por su mente. Cruzan miles de posibles realidades y sólo algunas se concretan. Es otro reflejo de nuestra libertad, la elección también en aquello que queremos y podemos concretar. Por otro lado es justo decir, a manera de descargo, que no sólo depende de nosotros y nuestra elección, depende en mucho de la fragilidad del tiempo y de nuestra vida. Pensemos por ejemplo ¿cuántos proyectos han quedado en el tintero porque el reloj de arena de algunos ha dejado correr los últimos granos vaciándose antes de lo que se quisiera? 

Por ello todo logro, toda concreción de un momento esperado, todo triunfo ante el tiempo al poder concretar algo (un proyecto, una idea, un negocio, una esperanza) es una victoria que nos afirma en la vida antes de su término. Si bien, a fin de cuentas, la batalla contra el tiempo está perdida lograr lo que se desea, por lo menos en cierta medida, nos afianza, nos permite alargar las raíces antes de que sean cortadas. Y quien lo haya experimentado no podrá negar lo bien que se siente. Adrenalina descargada no como riesgo sino como conquista. 

Lo que iniciamos y no terminamos, por otro lado, en ocasiones podría producirnos cierta amargura. En algunos casos, culpabilidad. Ese condenado recoveco de nuestro lenguaje, "el hubiera" tiempo imperfecto del pasado abandonado. También estoy seguro que muchos le conocemos bien. Es una tortura moderna. No hay peor cosa que uno mismo reprochándose como apasionado fiscal en película americana y sin abogado defensor que haga contrapeso a la acusación con una oratoria fulgurante. Si bien somos juez y parte, habría que ser con uno un poco más misericordioso. No todo se puede, el caso es identificar lo que sí se puede y lograr que se pueda. No hay cosa más difícil podría reprocharme quien ahora me lee. Acepto el riesgo del reproche y no pretendo dar receta de libro de autoayuda (¿ya dije, por cierto, que detesto los libros de autoayuda? Cada que alguien escribe un libro de autoayuda, un probable lector culto muere arrollado por el sentimentalismo recalcitrante...mejor volvamos al tema).

¿Qué sucede entonces con todo aquello que iniciamos pero no terminamos? Sucede su permanencia en nosotros, como triunfo o como tragedia. Pienso en una cicatriz, ¡tenemos muchas!. Pienso en la posibilidad alcanzada y también, aunque nos cueste reconocerlo, ¡tenemos hartas!. Estar de pie es ya de suyo el hecho de retomar algo todos los días. Un ir y venir, eso es la vida. Y en el vaivén recreamos posibilidades, siempre estamos abiertos a corregir, a cambiar, a recomponer, a trascender el tiempo limitado que nos señala con dedo acusador. 

Pienso en todo esto desde hace unos días. Desde que literalmente desempolvé algunos libros y un proyecto en específico. Ahora con él trataré de vencer al tiempo. No doy por ahora primicias pues espero ir compartiendo poco a poco a la medida en que descubra cómo habré de resistir el polvo. Inicio pues una nueva lucha contra la memoria del olvido y contra los granos del reloj de arena que corren uno a uno sin detenerse. 

Y tú, ¿qué has dejado en el camino?, ¿vale la pena retomarlo?, ¿sí?, entonces iniciemos en paralelo esta labor de limpieza y recuerdo. Se nos va la vida, se nos irá en ello, pero podemos hacerlo. Y hay un consuelo,  si no alcanzamos lo pretendido, si no logramos lo deseado, siempre podremos dedicarnos a escribir libros de autoayuda.