jueves, junio 14

¿De qué sirve una idea que no se comparte?

Imagen obtenida en http://lautopiaesposible.blogspot.mx/2012/01/el-rey-desnudo.html

No recuerdo el día, sólo tengo presente la breve historia que alguien tuvo la gentileza de contarme y que ahora, en la distancia, considero la punta de lanza para el tema que deseo iniciar hoy. Era más o menos así: 

Había un hombre que había invertido mucho de sí mismo, tiempo y dinero no tenían otra intención, para lograr "saber mucho". Quería ser muy brillante y que el conjunto de su saber le permitiera una vida que los demás observaran como un prodigio digno de la pleitesía más excelsa. 

La verdad es que, a pesar de esta inspiración, o tal vez por ella, esta persona estaba ensimismada a tal punto que llegaba a postular que todo en su historia de sabio e inteligente había sido gracias a él  y a su capacidad; afirmaba, pues no había pisado nunca la educación formal, que solo él bastaba para su formación. Él sólo había hecho frente a múltiples obstáculos en su camino por el saber y los había vencido todos sin apoyo de nadie. Gustaba entonces, cuando había articulado el camino para llegar a dicha meta, presentarse como el más grande "autodidacta de la historia humana". 

Había muchas personas que al escucharlo veían su historia como una historia ejemplar, el hombre sencillo que conquista las letras, el saber, el conocimiento..."si él pudo hacerlo, yo también" era el pensamiento que otros tenían y que, curiosamente, no les permitía pasar de la teoría a la práctica. Algo faltaba. 

Hay que reconocer que aquella persona "sabia" tenía grandes dotes de orador que había ido cultivando desde las incipientes reuniones con vecinos para resolver un problema en el barrio hasta las asambleas a las que, posteriormente, fue invitado. De manera ocasional, aunque cada vez se volvía más frecuente, le invitaban a dar algunas conferencias a las universidades cercanas de prestigio. Curiosa paradoja que quien rechaza la universidad acuda a ella a plantear a los estudiantes el por qué sería más conveniente abandonar los estudios y convertirse en el propio profesor de un proceso personalísimo de formación y educación en que los otros debían quedar "fuera" y donde uno debía bastarse a sí mismo. 

Sin embargo, no todo está escrito ni definido. En uno de aquellos eventos, ante un auditorio rebosante, todo cambió; fue el momento en que el libreto de su historia se separó definitivamente de la realidad y dejó de concordar con la idea que este hombre tenía de sí mismo. 

Mientras exponía su "casera" trayectoria, como a él le gustaba llamarle, llegó al punto de presentarse como un ser humano sin parangón. Un estudiante con sinceridad, y sin ánimo de ofender, le preguntó por las fuentes de su saber. La respuesta articulada fue un himno al subconsciente que, como bien se sabe, suele en ocasiones traicionar el más elaborado de los discursos y las disertaciones:

Una vez que hube aprendido, a la más tierna edad y de mi madre, las letras y las palabras, me encontré con los libros y en ellos la información a la cual y desde entonces he valorado como una vía de perfeccionamiento personal. 

Entonces el estudiante sonriendo sin malicia le reviró:

¡Pero entonces sí ha tenido usted maestros, y por lo que veo han sido tantos que no podríamos contarlos con los dedos de las manos! ¡Primero ha sido su madre y después los libros! El ser completamente autodidacta es falso en la experiencia, usted ha aprendido de otros, como lo hemos hecho los seres humanos desde el comienzo de los tiempos. Otros, aunque no sea de manera habitual, le han compartido lo que saben. El conocimiento se comunica en el tiempo. Su madre ha cumplido un papel fundamental pues le ha "abierto la puerta" a la posibilidad del saber mediante el lenguaje pues sin él todo su conocimiento no sería más que un sueño. 
Ha recurrido a los libros, por lo que vemos a infinidad de textos y referencias, y éstos, estimado amigo, siempre son escritos por alguien. Maestros virtuales que mediante sus páginas le han venido formando. No niego el mérito de su esfuerzo pero no encuentro valía en la arrogancia.Conocemos muy poco por nosotros mismos, nos alimentamos siempre de las ideas de otros con las que nosotros también podemos contribuir. El conocimiento exclusivo, el dominio completo del saber, no es más que una utopía.
´¿De qué sirve la acumulación de saberes si ellos en sí mismos son medios y no fines?

Después de lanzar estas dos preguntas el joven se sentó y el auditorio, como en el cuento, se dio cuenta: ¡el rey iba desnudo!...Hasta aquí la historia. 

En el tema de los libros y el saber esta anécdota me es muy esclarecedora. Yo mismo he vivido el cómo la enseñanza se amplifica. Un autor que nos parece bueno es bueno en la medida en que puede presentarnos a sus autores que él considera como excelentes. Se inaugura siempre la referencia circular. Es hasta cierto punto ley, de esta manera encontramos y nos apropiamos de significados que necesariamente son comunitarios, producto del encuentro. La gracia de este negocio es asumirnos como mediadores entre cierta información y sus destinatarios. 

Al leer a José Antonio Marina y "La Inteligencia Fracasada" he recordado esta historia singular; el verdadero saber, el triunfo de la inteligencia, no es en modo alguno una victoria personal sino comunitaria: ¡aquel saber que nos endiosa nos aísla, aquel saber que nos abre al encuentro nos conduce a un uso correcto de nuestra capacidad intelectual! Pienso y mastico esta idea ¿de qué sirve una idea que no se comparte? 

He llegado a Marina por una vía doble, por mi apreciado Alejandro Llano (el mismo que me hizo el honor de presentarme a Claudio Magris) y, en esta ocasión, por una vía más personal pues el texto ha sido regalo de mi amiga @patyanaya70 . Curiosamente con ella, de manera previa al obsequió y asombrosamente coincidente, había comentado sobre el autor a partir de una cita sobre la creatividad. 

En el saber la coincidencia nos permite romper con la creencia de que las ideas que han venido a nuestra mentes son únicamente nuestras. Nada es de suyo, en términos de inteligencia, exclusivamente nuestro. 

Después de esta larga introducción me parece que debo dejar mis comentarios específicos sobre el autor y el texto referido para la próxima semana.