sábado, septiembre 25

Sensaciones de impotencia

Foto: http://jitanjafora-calambur.blogspot.com/2009/03/cero-frustracion.html

Tal vez la impotencia, ese saberse poco útil ante la urgencia, sea un detonante de una cantidad mayor de sentimientos y emociones que se entrelazan al son de la desesperación. 

Hay impotencia que puede de alguna manera canalizarse y enfrentarse. Lo he vivido en carne propia ante la enfermedad de mi hijo más pequeño. Verle canalizado en un cuarto de hospital, lamentándose por cada una de las complicaciones que sufrió y después esperarle afuera del cuarto donde le realizaron una punción lumbar escuchando su llanto intenso, ininterrumpido en 20 minutos, realmente me partió. 

Sin embargo, ante esa situación no queda más que acogerse al médico y a su capacidad, además del cuerpo de enfermería, que tan buena atención nos proporcionó. 

La impotencia, ante la urgencia de atención, que no pude manejar fue encontrarme con la burocracia en las farmacias. Me queda claro que es una medida necesaria para prevenir la automedicación, pero como siempre los mexicanos gustan del trámite sobre el trámite. En toda farmacia visitada está el bonito letrero de que no se surtirá sin receta médica, pero ojalá pudieran poner un cartelón con los requisitos que precisan en la receta. Fue una travesía que pudieron evitarme, y evitarle a mi familia. Se invirtió tiempo y más de una vuelta innecesaria. 

En una me pedían sello del hospital, en otra firma del médico, en otra dirección del hospital, en otra sello del médico. Historia de nunca terminar. En toda farmacia te deben pedir lo mismo, en toda farmacia debería tenerse con claridad los requisitos para que pueda uno mismo revisar al médico. Como siempre en lugar de regular al proveedor se regula al consumidor. Esa impotencia si no es admisible, pues sé que a diferencia de la enfermedad, tenía más formas de evitarse. 

¿Cuánto sufren aquellos que no tienen puerta de entrada con un médico especialista?, a fin de cuentas la pediatra nos apoyo extraordinariamente, pero no puedo imaginarme el calvario de aquél padre, aquella madre, que asiste a una farmacia para comprar un medicamento que marca la diferencia entre la vida y muerte de uno de sus hijos y se encuentra con la más estúpida  burocracia y la imposibilidad de salir adelante de este penoso trance. Esa impotencia no es digerible, me den la razón que me den.


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