jueves, octubre 23

El misterio

Para Pedro, rogando por tu eterno descanso.

Hace poco tiempo la reflexión sobre la temporalidad volvió a asaltar mi camino cuando mi diligencia andaba de lo más despreocupada. Los caballos de mi vida fueron conducidos en algunos lapsos por la más profunda tristeza ante la despedida, obligada como siempre, de alguien a quien aprecié y que tuvo a bien compartirme su vida, su consejo y apoyo en forma casi siempre incondicional.
¿Qué hay después de esta vida que tenemos?, es una pregunta más vieja que el tiempo consciente del hombre sobre sí mismo. La famosa trascendencia que a todos nos atormenta y que muchos alivian con diversas opciones. Algunos el disfrute plancentero del hoy sin pensar en el mañana, otros el anhelo del mañana contradiciendo el disfrute del día a día. Ires y venires. Ideologías, religiones, filosofías, posturas, consideraciones...todo tiene por articulación, la mayoría de las veces, ese misterio frío pero envolvente de la muerte.
La muerte puede tener mil y un connotaciones diferentes. Pero siempre será aquello que no podremos evitar, por más que el hombre y su ciencia lo intenten, el paso de la muerte por nuestro jardín habrá de marchitar las flores de nuestros recuerdos y vivencias. Hoy el que se fué vive por nuestro recuerdo, pero cuando nosotros nosotros también nos marchemos ¿cómo vivirá quién nos ha apurado el paso dejándonos atrás?
La muertes es un misterio a veces tan inexplicable que podemos resumirlo en el golpe más fuerte que la vida puede, paradójicamente, darnos: ¡el golpe definitivo de la vida es cortarse, es dejar de estar, es abandonarnos, escaparse de nuestras manos como el agua que inútilmente quiere retenerse, es simplemente negarnos y seguir delante desprendiéndose, olvidándonos!. La muerte como el golpe definitivo no deja de recordarme, en esta reflexión hecha desde el cansancio y la preocupación, las palabras del poeta:
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscurasen el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del almade alguna fe adorable que el Destino blasfema.Esos golpes sangrientos son las crepitacionesde algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, comocuando por sobre el hombro nos llama una palmada;vuelve los ojos locos, y todo lo vividose empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Los heraldos negros. César Vallejo

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