martes, marzo 13

Apología de la autoridad paterna/materna (1a. Parte)

Lo prometido es deuda, aunque llegué tarde al compromiso heme aquí dispuesto a distraer el aroma habitual del blog para referirme al tema profesional. Y es que es un tema delicado, al que no le solemos prestar mucha atención y al cual, por la etapa de vida en la que me encuentro, me parece apasionante. 

Me parece urgente una apología sobre la autoridad de los padres y las madres de familia en la educación de sus hijos. En el mundo permisivo, en muchos sentidos y niveles en el que discurre nuestra existencia en el acontecer cotidiano,  ha corrido una falsedad a veces asumida como mito por la cual se "interpreta" que es más conveniente a la educación que los tutores "jueguen" al "mejor amigo". Los mitos, por lo menos en el mundo que giraba antes de que pusiéramos nuestros pies, pretendían mostrar la realidad y dar la posibilidad al que no tenía capacidad de comprenderla de por lo menos situarse en medio del mundo. El pensamiento mitológico no es de suyo condenable, sí lo es cuando sólo nos limitamos a él, pero la analogía es fuente de conocimiento: ¡lo hace posible!. No así la estupidez humana, causante de grandes errores en el pensamiento y la vida común como esta joya que resumimos en: "no quiero ser tu papá, ni quiero que me veas como tu mamá, mejor piensa que soy tu mejor amigo(a) y cuéntamelo todo". 

Habría que ver que tan cierto es aquello de que "todo" se le cuenta al "mejor amigo". Desde el principio sería posible descubrir que el padre y/o la madre que renuncia a su autoridad educativa por un nuevo rol, más en onda, está condenando su empresa al fracaso. Nunca le dirán todo, pues nunca, por más que se siga el juego de rol del amiguito, el hijo/la hija dejarán de verle como lo que son, aunque se pongan ropa "juvenil" y quieran ser parte de la "chaviza" padres y madres serán aunque deseen despojarse de la investidura que la Vida les ha dado. El padre y la madre que niegan su papel, buscando suplantarlo por algo más "amable", son buen reflejo de cómo, el mundo de nuestros días rehuye de la autoridad pues la ha confundido con el autoritarismo. Y aunque se parecen, como dos parientes muy semejantes, son diametralmente opuestas en sus efectos, en la ordenación de los fines y los medios. Desde la etimología las palabras nos indican diferencias, en primer lugar autoridad se puede comprender como el poder que ejerce el mando en alguna situación determinada y el autoritarismo es un exceso reconocido de dicho poder. No toda autoridad es autoritarismo y no todo autoritarismo se funda en autoridad legítima. 

Por la autoridad colocamos los medios y los fines, comprendemos que los hijos a nosotros encomendados, jamás pueden considerarse como medios del proceso educativo que emprendemos sino como fines en sí mismos. La autoridad debe percibirse en primer lugar como servicio, puesto que los hijos, sobre todo en edades pequeñas, no son capaces de elegir lo mejor y los padres no podemos permanecer indiferentes. Sin embargo es claro que la autoridad debe combinarse con la responsabilidad; a mayor responsabilidad y autonomía de los hijos la autoridad de los padres debe ir menguando. 

Pero el extremo del autoritarismo, cuando se aplica a las educación de los hijos, invierte los papeles y considera a los fines medios. Y es la causa eficiente de graves desequilibrios hacia dentro del núcleo familiar,  y con ello hacia la propia sociedad. Un buen ejemplo, válgase el término, sería la violencia intrafamiliar que aunque es un tema que se consideraba "privado" tiene graves implicaciones en el ámbito público y por eso los legisladores han querido estar a la altura dotándonos, tarde como siempre, de herramientas para verificar un combate frontal a esta grave desigualdad.

Continuará....