martes, octubre 18

Chilangoniversario (2a parte)

El primer sitio al que llegué dentro de la nueva ciudad que se abría ante mis ojos fue el pequeño rumbo de San Nicolás Totolapan, casi casi en las enaguas de Magdalena Contreras.

Foto obtenida de http://www.alaingarcia.net/agcronicas/cronicas_01.htm

Por casi seis meses crucé la ciudad desde el sur hasta abandonarla por el poniente, gran trayecto hasta Huixquilucan donde estudiaba...una verdadera peregrinación periférica por la mañana y toda una odisea por la tarde. Recuerdo, como si fuera ayer, la primera vez que tomé el mando del Cavalier Blanco, símbolo familiar de una herencia muy preciada, y me sentí piloto. Tal vez una analogía de aquella sensación que supongo embargaba a mi añorado Tío cuando surcaba el cielo y conquistaba las nubes...ciertamente, aunque no despegué nunca las llantas del suelo, experimenté libertad. Creo que de alguna forma nunca dejamos de ser niños y de respetar la memoria de aquellos en quienes depositamos sueños, afectos y grandes momentos que se le meten a muy adentro y que nos acompañan para siempre en el recuerdo.

Muchos años han pasado ya desde aquél panteón donde mis brazos de adolescente intentaron, sin mucho éxito, apoyar el traslado de la caja. Sin embargo, aún tengo muy presente el timbre de su voz en mi corazón cuando recuerdo ser levantado en lo alto y ser nombrado de aquella manera especial que sólo el tenía: "¡pequeño!"; ¿desde qué Cielo ahora me miras? ¡Pide por mí y los míos, que no lo olvides, también ahora te pertenecen!

El timón se descuidó y otro rumbo decidió, hora de enderezar. 

Al llegar a esta primera estancia es justo decir que me sentía en una isla enclavada en vez de mar en montaña y piedra rocosa. Todo me parecía inaccesible pues a todo anteponía aquél provinciano password, "lejano", y me preocupaba perderme en la selva de asfalto por la que apenas daba mis primeros pasos (al día de hoy, acumulamos unas 15,000 ocasiones de "pérdida del rumbo" en los ejes, avenidas, calles, retornos, recovecos, túneles, puentes, etc....sin embargo ahora no me preocupo...unas por otras). 

Mi otrora preocupación se transformaba en la planeación de excursiones verdaderamente similares, según presentía en aquél momento, a cualquier salida de algún equipo de antaño del National Geographic pues me guíaba con mapas impresos...lo que hubiera dado entonces por un GPS o un acceso remoto a google maps, ambos artilugios eran partes entonces de cualquier ilusión en la vida común y corriente para el México de 1999. 

De aquella residencia primera, ciertamente rodeado por el verdor y la humedad de la montaña, recuerdo la soledad, el silencio y las tardes de lluvia en las que mi nariz se calentaba al estar metida entre las páginas de un libro.