martes, septiembre 29

La alimentación

Al milagro de la vida le sigue el milagro de la alimentación. Y no es que sea una sola continuación o consecución del mero hecho de estar vivo. Es increíble lo que la leche, y ahora veo todo el simbolismo de mil historias al respecto, puede hacer con un cuerpo humano, por lo menos, con uno pequeño y que apenas va aprendiendo a funcionar.

Pablo ha crecido tremendamente, estamos casi en vísperas de su primer mes de vida; en estos días entre todos detalles que he tenido que aprender y con los que he tenido que familiarizarme el ritual de la comida es un ritual cargado de significados y de experiencias que están marcando honda huella en mi persona. Y mire usted, apreciable lector, que tan sólo 4 onzas (¡así es!, también ya sé sobre eso) pueden provocar el más profundo silencio y la mirada más penetrante y profunda que he experimentado en mi vida.

La vida en este sentido, además de la rutina debida por lo que se exige en la propia existencia, se ve llena de un nuevo tiempo, acompasado en periodos en los cuales el día se parte. Antes era sólo mañana, tarde y noche, ahora cada uno de esos instantes está investido en una nueva división, un nuevo corte, relacionado directamente con el ritual alimentario que aunque pueda ser pesado gratifica enormemente. Son pocas las ocasiones en las que el ritual, por el asunto ese del trabajo, me corresponde. Cuando es así, al principio temeroso seguía el tititipuchal de recomendaciones, me permito, ahora con pleno dominio, seguir mis propias recomendaciones. He aprendido, aunque lo duden, la relevancia del babero, la importancia del trapo antireflujos y que se aplica como navaja suiza (es decir, sirve para casi todo), el calentador eléctrico, la leche en polvo que complementa el alimento de su madre, mamilas, biberones, esterilización, etc, etc, etc.

La siesta va terminando, la nueva toma se aproxima, nos vemos en el siguiente periodo de "ociosidad".

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