miércoles, julio 30

Un sentido recuerdo

Firma de Concepción Márquez de Carnevale



Le ví por última vez hará cosa de dos años. Una reunión de Academia. Me encontraba a su lado desempeñando un nuevo rol en la vida, pero siempre frente a ella en la misma categoría: aprendiz, alumno, admirador. En aquella ocasión me sumaba al cuerpo de claustro de profesores al que ella pertenecía. Comentamos alegremente, como siempre cuando uno entablaba conversación, de mil y un temas en tan solo un par de minutos ¡tenía tanto que decir y compartir! que más le valía a uno guardar las palabras intrascendentes que se agolpaban en la boca. Había que dar paso al silencio y escuchar lo que la profesora tenía a bien decir. "Profesora" cuando fui su alumno, "Profesora" seguía siendo cuando me encontré con ella y me disfrazaba yo de profesor. La etiqueta se gana con el tiempo; buen ejemplo de dicha realidad aquella última conversación que se me revela hoy bastante fugaz. Uno apenas empieza un camino cuesta arriba que, en muchos sentidos, profesores y profesoras de este tipo, ciertamente inigualable, han contribuido a hacer más transitable. 

Recuerdo sus clases con especial nostalgia; aún conservo sus apuntes, religiosamente guardados, que siempre generosa compartía; los he abierto de nuevo al conocer su partida definitiva de esta existencia en la que compartimos tan solo algunos momentos. La he buscado en sus letras y he tenido el consuelo de saber que las enseñanzas están intactas y que ha trascendido cualquier despedida. En sus letras puede uno encontrar derroches de pensamientos bien fundamentados, y para para quien apenas empieza a ordenar las categorías en la mente, se revela la enseñanza recibida como un tesoro inestimable. 

He recordado que tuvo la gentileza de regalarme un pequeño libro, por el que un día, curioso, le pregunté. "Santo Tomás de Aquino" de G.K. Chesterton, a quien yo conocía solo por los libros del Padre Brown. Ella tuvo a bien presentarme el lado "pensante" del gran autor inglés. Veo a Chesterton como una de sus más grandes herencias, entre otras muy puntuales, para conmigo. No cabe duda que hay deudas que se contraen y que nunca podrán pagarse; queda la herencia de compartir con otros lo mucho que se ha recibido; es deuda de honor. Afirmo hoy que saber dar a otros todo lo que ella entregó sería sin duda un buen homenaje para una óptima profesora.   

Dios te reciba y te brinde el consuelo de contemplar por siempre su Rostro. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Lo mío ya fue, ¿tú qué dices?